lunes, 30 de abril de 2012

El gobierno del miedo

Cuatro meses han pasado desde que Mariano Rajoy se alzara con la victoria en la elecciones generales y aunque no le hemos visto mucho, se ha hecho notar.
La última vez ha sido en la clausura del Congreso del Partido Popular en Madrid. Como el pavo real que abre sus plumas para exhibirse, el presidente del Gobierno alzaba su voz para que todo el mundo se hiciera eco de la última de sus hazañas contra la crisis: la subida de impuestos.


Por si este mensaje dejaba lugar a dudas y hacía sospechar que aquí se terminaría el “plan de ajuste”, Rajoy guardaba un as bajo la manga que quiso mostrar mientras millones de personas se manifestaban por todo el territorio español. Anunciaba que no se habían acabado las reformas y que continuarían cada viernes.


Con toda la naturalidad del mundo, Rajoy dijo a los presentes que este próximo viernes también habrá un anuncio de reforma, y que éste será importante.
Como si de la presentación de un “late night” se tratase, el presidente nos emplaza al primer viernes de mayo para conocer su siguiente decisión, avanzando además al público que “no pararán hasta el fin de la legislatura”.


Si esto nos sabe a poco, ahí estaba Esperanza Aguirre para culminar este acto lleno de buenas intenciones, alegando que si tiene alguna queja del Gobierno es que “no recorta lo suficiente”.
Es verdad, para que nos vamos a engañar. No recorta lo suficiente. Creo que todos sabemos en qué debería recortar el Gobierno, la oposición, los demás partidos y toda la clase política… por eso sois los representantes del pueblo.


Queríamos caldo, pues ahí tenemos dos tazas y las que nos quedan.

David Chaves 

¿Tiene usted dinero? Enhorabuena puede estudiar

Llega el momento de que los universitarios se aprieten el cinturón. Al menos eso es lo que planteaba la semana pasada el Gobierno central que aprobaba un incremento de las tasas universitarias, con lo que los estudiantes tendrán que pagar entre un 15 y un 25% del coste de su plaza, lo que supone una subida de un 66% con respecto a lo que se venía pagando hasta ahora.

Así, para las primeras matrículas se establece una horquilla de entre el 15 y el 25% de ese coste total de la plaza, frente al 15 que venía a ser ahora. Para las segundas, entre el 30 y el 40%; para las terceras, entre el 65 y el 75%, y las cuartas, entre 90 y el 100%. De este modo se pretende penalizar económicamente a aquellos que tiene más dificultades a la hora de sacar una carrera. Aunque en un principio puede resultar obvio que lo lógico es que en unos estudios que no son obligatorios se favorezca a los mejores, eso puede llegar a generar un elemento discriminatorio para los que tienen menos recursos.

No obstante, si hay que encarecer el ingreso en las universidades públicas españolas, prefiero que sea en sudor, no en euros; que suba el listón de entrada y el nivel de exigencia, no las tasas académicas. Magníficos estudiantes se toparán con las puertas cerradas en su acceso a la universidad al carecer de recursos económicos. Me gustaría ver al ministro de educación, José Ignacio Wert, viviendo con 400 euros al mes, malviviendo en un cuarto alquilado, pagando tarjeta de transporte público (que ahora también subirá su precio) o simplemente intentado vivir con semejante salario. Y eso en el mejor de los casos, hay personas que no cuentan ni con 400 euros al mes, por lo que se verán abocadas a renunciar a los estudios universitarios.
No puedo dejar de sonreír ante la ironía de que a esta medida se la califique como reforma universitaria, cuando estamos ante un recorte de gastos y un afán recaudatorio. Según la RAE reformar es modificar algo, por lo general con la intención de mejorarlo, ¿qué es lo que está mejorando el Gobierno? Seguimos teniendo la misma educación universitaria pero más cara. Y como siempre serán los menos agraciados económicamente los que paguen el despilfarro que se ha producido en las universidades españolas, un reflejo de lo que ocurre en España, en el que millones de personas pagan las consecuencias de una crisis que no crearon.
Señor Wert, yo me preocuparía más por esos miles de profesionales que se forman en nuestro país y que ante el desolador panorama tienen que emigrar, ofreciendo su talento a otros países vecinos a los que el Gobierno ansía tanto parecerse.

Sin duda estamos volviendo a la educación de mis abuelos, en las que sólo estudiaba al que le pesaba la cartera. Es evidente que nuestro sistema educativo superior es digno de reformarse pero es mucho más sencillo hacer pagar más a los estudiantes que reorganizar a sus profesores o fusionar centros, por no hablar de cerrar algunos.


Isabel M. Gaspar Calero

domingo, 29 de abril de 2012

El perdón de un monarca

                                                                                   Estas semanas se ha desatado un tsunami, el Rey se marcha a Botsuana a cazar y se fractura la cadera. Este pudo ser un posible titular en todos los medios de comunicación españoles y otros tantos del mundo, que reflejó una noticia que mantendría atenta a la opinión pública.
Las circunstancias en las que se produjo el accidente, una caza de elefantes por África, levantó una polémica que puso a la Casa Real en la cuerda floja. Y es que este no es precisamente el mejor momento que atraviesan, el país surcado en una crisis económica irrefutable, el caso de Urdangarin en pleno apogeo, y el incidente de su nieto Froilán al dispararse en un pie con una escopeta no permitida para su edad. Hechos que por separado pueden resolverse, pero que unidos colocan a la monarquía española en una situación delicada.
Se barajaron muchas posibilidades para solucionar o justificar lo que había ocurrido, pero se optó al final por las disculpas públicas del Monarca a la salida del hospital en el que se recuperaba. “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Éstas fueron las once palabras con las que se dirigió a un país, a todo un Estado, en un acto de humildad que le engrandece.
Con estas declaraciones a más de un español se nos ocurre que podía ser imitado por muchos otros personajes relevantes, pues si el Monarca se disculpa por cazar en un momento de crisis como el actual, también deberían hacerlo los que nos condujeron a ella y no hacen más que “recortar” para intentar lidiar tantos errores cometidos.
El dirigente del Partido Popular lo interpretó como una respuesta que el pueblo español necesitaba de la monarquía, institución que gozaba de una actuación modélica en los últimos años. Sin embargo, no convence a todo el mundo. La izquierda radical lo calificaba de insuficiente, y consideraba que la solución más inmediata sería la sucesión del Príncipe en las labores de Estado.
Esto volvió a llenar portadas, abrir telediarios televisivos y programas de radio. El Rey había pedido perdón, un gesto sin precedentes como nunca se había visto y que pese a quien le pese, fue todo un acierto.

Mª Carmen Hernando Borja