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Las circunstancias en las
que se produjo el accidente, una caza de elefantes por África,
levantó una polémica que puso a la Casa Real en la cuerda floja. Y
es que este no es precisamente el mejor momento que atraviesan, el
país surcado en una crisis económica irrefutable, el caso de
Urdangarin en pleno apogeo, y el incidente de su nieto Froilán
al dispararse en un pie con una escopeta no permitida para su edad.
Hechos que por separado pueden resolverse, pero que unidos colocan a
la monarquía española en una situación delicada.
Se barajaron muchas
posibilidades para solucionar o justificar lo que había ocurrido,
pero se optó al final por las disculpas públicas del Monarca a la
salida del hospital en el que se recuperaba. “Lo siento mucho, me
he equivocado y no volverá a ocurrir”. Éstas fueron las once
palabras con las que se dirigió a un país, a todo un Estado, en un
acto de humildad que le engrandece.
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El dirigente del Partido
Popular lo interpretó como una respuesta que el pueblo español
necesitaba de la monarquía, institución que gozaba de una actuación
modélica en los últimos años. Sin embargo, no convence a todo el
mundo. La izquierda radical lo calificaba de insuficiente, y
consideraba que la solución más inmediata sería la sucesión del
Príncipe en las labores de Estado.
Esto volvió a llenar
portadas, abrir telediarios televisivos y programas de radio. El Rey
había pedido perdón, un gesto sin precedentes como nunca se había
visto y que pese a quien le pese, fue todo un acierto.
Mª Carmen Hernando Borja
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